Gracias por venir...

contador de visitas

21/11/09

"Sin azucar...sin aliento"




En ese momento, justo entonces, me di cuenta de que había vuelto el invierno.


-Oye…-dije, finalmente, tomando aire. Era como zambullirse en una piscina.- ¿Puedo hacerte una pregunta?


Él me miró, clavando en mí aquellos ojos oscuros y rasgados que le daban siempre ese aire cansado, ese aire de gato callejero que tanto me gustaba…Que tanto me había gustado.


-Claro.- respondió, resistiéndose a que una sonrisa se escapara de su boca.


-¿Qué hicimos para estropearlo?


Pareció confuso, al menos por unos instantes. No era que no supiera qué responder, era que no había previsto que yo me atreviera a preguntar aquello que a los dos nos rondaba la mente.


-Estropear…¿qué?


Esta vez fui yo la que sonreí, agarrando la barandilla que nos separaba de la caída en esa terraza de un noveno piso  en una ciudad tan grande y abarrotada que parecía un hormiguero, una colmena.


Y nosotros sus hormigas, sus abejas, sus avispas.


-Vamos, no me digas que lo has olvidado - tarareé, como quien repite una canción, mientras me balanceaba de adelante hacía atrás.- porque no te creeré.


Esta vez si sonrió, sosteniendo el cigarro entre los dedos y expulsando el humo por la nariz.


-Cuando estábamos juntos.- sentenció.-… Éramos unos críos entonces.


-Estábamos enamorados.- le miré.


-Bueno, enamorados… -comenzó, aunque se quedó callado, con la vista fija en los coches que cruzaban la carretera, con los faros encendidos como pequeños y brillantes ojos.


Ojos de gato. Ojos como los tuyos.


-Enamorados, si.- suspiré.- Yo te quería.


-¿Crees que yo no?- preguntó. La sonrisa que se dibujó en su cara esta vez me gustó todavía más.


-No, hombre, no digo eso…


-Habría movido montañas por ti. En serio. A estas alturas no hace falta que te lo diga, pero fuiste mi primer amor… Mi primer gran amor. Por entonces yo era demasiado racional, ¿te acuerdas? Lo pensaba todo mucho, demasiado… Las cosas no me iban mal, pero tenía dieciséis años y apenas había vivido. Entonces llegaste tú, con tu pelo rubio y ese aire de “ya me he comido el mundo”. Me gustaste, no se… Y luego se me escapó de las manos. Esa sensación, ya sabes.


-Creo que lo imagino…-desvié la mirada.- Si te sirve, yo necesitaba algo de ese control que a ti te sobraba, de esa calma… Iba en camino de convertirme en una de esas personas que  ven tanto en tan poco tiempo que no son capaces de apreciar nada. Y esas personas acaban por no quererse a si mismas. Podríamos decir- concluí.- que me salvaste la vida.


Le dio otra calada al cigarro, conteniendo aquella carcajada. Me gustaba su risa grave, su voz profunda, como desgastada.


Volvimos a quedarnos en silencio. Dentro del apartamento la música seguía sonando.


-¿Entonces?- volvía  ala carga.


-¿Entonces qué?


Resoplé.


-No voy a decirte que no lo he superado, tranquilo… ¡Que ya han pasado muchos años! Pero me gusta entender las cosas y a veces me despierto y pienso; ¿por qué? Llevo tiempo queriendo preguntártelo- añadí.- pero siempre nos dábamos excusas para no hacerlo.


-No eran excusas, eran…circunstancias.


Solté una risa amarga.


-Me fui de la ciudad en cuanto pude. Prefería estar dos semanas fuera y volver unos días aquí. Y, cuando me tenía que quedar una temporada, tú me evitabas o te evitaba yo. Y si nuestros planes fallaban y acabábamos por encontrarnos, nos saludábamos como con miedo y mirábamos a otra parte.- terminé.- No me digas que no es verdad.


-Lo es.- respondió secamente. Puedo ser muy pesada cuando quiero, pero él se estaba negando en rotundo a responderme, aunque no se atreviera a decírmelo. Así que, supuse, era mejor dejarlo ahí y volver a ese silencio tan cómodo.


Me metí las manos en los bolsillos, intentando espantar al frío. Quizás decía aquello por la cantidad de alcohol que corría por mis venas. Quizás era porque, si no lo decía, explotaría. En cualquier caso, las palabras ya se habían escapado de mi boca y no me quedaba otra cosa que agachar la cabeza y esperar a que él volviera a desaparecer, supongo que algo asustado.


-Crecimos- su voz me sorprendió y, cuando levanté la mirada, me encontré con sus ojos de gato.- Crecimos, cambiamos. No podía ser siempre igual, no podía ser siempre perfecto. Maduramos, nos enfrentamos a la vida y… Y todo tenía que cambiar.


No esperaba una respuesta así. En realidad, no esperaba ninguna respuesta. Y, de golpe, me di cuenta de que era yo la que necesitaba desesperadamente salir de allí, huir a cualquier sitio lejos del alcance de esos ojos que me recordaban a cada segundo lo mal que lo pasé en un periodo de mi vida no tan lejano, cuando le perdí, cuando me perdió, cuando nos perdimos.


-Se me hace tarde.- dije, finalmente.- Ha sido un placer hablar contigo.


Sonrió, asintiendo.


Me volví, abriendo la cristalera.


-¿Sabes?- le escuché decir.- Creo que si nos encontráramos ahora, podríamos enamorarnos.


-¿Q-qué?


-Si, eso...en realidad, estoy seguro.- tiró el cigarro al suelo y lo pisó hasta que las cenizas perdieron ese color rojo y brillante.- Creo que si, por ejemplo, yo fuera caminando por la calle y te viera, sin saber quien eres, sin que tuvieras ningún valor previo para mi…Me fijaría en ti, no se. Aunque ya no seas rubia.- rió.- No se si entiendes lo que quiero decir.


-…- no, en realidad, no entendía nada.


-Me has preguntado qué pasó.- se encogió de hombros.- Pues bien, yo creo que lo que pasó fue que el mundo giró demasiado deprisa, el tiempo se aceleró y tú y yo nos conocimos diez años antes de los que tendríamos que haberlo hecho. Si esta noche nos hubieran presentado yo ya habría intentado besarte, y tú te habrías dejado. Entonces todo sería perfecto, lo se. Pero, ¿sabes lo que pasa? Que ahora, cada vez que te miro, me vienen a la mente los buenos tiempos que pasé contigo, todas aquellas primeras veces que vivimos juntos y todo lo que me enseñaste en esas primeras veces… Pero tampoco puedo evitar recordar en aquella mañana de enero cuando me desperté, con una resaca terrible y fui consciente de que ya no estabas conmigo. Y entonces vuelvo a sentirme una mierda. Y se que tú también…- se desperezó, bostezando.- Por eso, si. Lo estropeamos porque no había posibilidad ninguna de que saliera bien, no había posibilidad ninguna de estar diez años el uno junto al otro. La vida lo estropeó.


Me quedé paralizada, envuelta en una sensación demasiado extraña como para ponerle nombre.


-¿Te apetece un café?- sonrió él, finalmente.- Seguro que todavía queda alguna buena cafetería abierta. ¿Aún los tomas sin azúcar?


-…Ahora los tomo sin aliento.






5 comentarios:

  1. wow! de verdad estoy sin palabras...
    creo que si se dan un poco más de tiempo podrían volver, als cosas no tienen porque ser como antes, si ambos han madurado y crecido, las cosas cambian mucho, verán que si se dan una segunda oportunidad no volverán a cometer los mismos errores.
    Está claro que sienten algo muy fuerte uno por el otro, no se den por vencidos e intentenlo ;)

    me encantó como describiste todo!
    saludos!

    ResponderEliminar
  2. Es una historia inventada, no una descripción. Más le vale ¬_¬

    ResponderEliminar
  3. Quizás debió tomar cafés sin aliento hace diez años. Quizás así la cosa habría sido diferente, se hubieran conocido en el momento preciso, a la velocidad exacta del mundo.

    miau
    en
    trineo
    azul
    :)

    ResponderEliminar
  4. Sin aliento me has dejado a mí.
    Puede que mi historia termine así también, dentro de diez años.

    ResponderEliminar
  5. Que barbaro!! acabo de revivir una historia en tu relato. Me ha encantado la forma de contarlo aunque, delicada y perfecta.

    ResponderEliminar

Maullidos en el tejado